HOMBRE DEL SUR
Era por la tarde y bajó al estanque destinado al baño, a la natación o a otros
ejercicios y deportes acuáticos. Observó a unas inglesas y unos
americanos cadetes que jugaban en la piscina. Se sentó en un asiento
con respaldo, por lo general con cuatro patas, y en que solo cabe una persona y
vio a un hombrecillo que caminaba por el borde de la piscina. El hombrecillo se
le acercó y le pidió si se podía sentar en la silla de al lado. Seguidamente
una pareja, una inglesa y un cadete, se acercaron para pedir si las sillas
estaban ocupadas. Se sentaron en ellas. El chico sacó un paquete de cigarro pequeño de picadura envuelta en un papel de fumar
y les ofreció a todos. El hombrecillo dijo que el tenia puros. Sacó uno y lo
preparó. El cadete sacó el mechero y se dispuso a encender su puro, pero el
hombrecillo dijo que con esa corriente de aire
producida en la atmósfera por causas naturales no se encendería, pero el
cadete dijo que su mechero siempre se encendía. El hombrecillo le propuso hacer
una apuesta, él se apostaba su vehículo automóvil
de tamaño pequeño o mediano, destinado al transporte de personas y con
capacidad no superior a nueve plazas, y el chico su dedo meñique de la
mano izquierda. El cadete no lo veía claro pero al final aceptó. Fueron a ver
el coche y después subieron a la habitación del hombrecillo. Tomaron un café mientras preparaban el mueble, por lo común de madera,
que se compone de una o de varias tablas lisas sostenidas por uno o varios
pies, y que sirve para comer, escribir, jugar u otros usos. El
hombrecillo le dijo a la doncella que le trajera unos clavos, un cuchillo de
carnicero y un martillo. Mientras el preparaba la mesa la doncella le llevó los
utensilios. Ató la mano del cadete a la mesa. El cadete tenía que encender 10
veces seguidas su encendedor de bolsillo. Empezó hasta que llegó
a la octava encendida y una mujer irrumpió en la habitación y empezó a golpear
al hombre. Luego nos explicó que lo había hecho otras veces y que ya no
tenía nada que apostar porque el coche era de ella. El señor le devolvió el instrumento,
comúnmente metálico, que, introducido en una cerradura, permite activar el
mecanismo que la abre y la cierra., y la mujer las cogió con su mano,
solo le quedaba un dedo además del pulgar.
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